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Diferenciación sexual. ¿Existe un tercer sexo?

La sexualidad ha sido un tema controvertido desde que se creó esa misma palabra. Sexo, identidad de género, orientación sexual, placer sexual… son algunos de los constructos que abarcan este tema que tanta importancia tiene en la vida de los seres vivos, más aún en la de las personas, puesto que en nuestro caso, es todavía más complejo, ya que se añaden multitud de componentes culturales, como la educación, los valores o la sociedad.

Repasando la Historia de la Humanidad, podemos encontrar multitud de contextos con creencias muy distintas respecto a la sexualidad. Por ejemplo, la homosexualidad en la antigua Grecia estaba aceptada e incluso muy valorada, así como las relaciones entre adolescentes y adultos, mientras que en la Europa de la Edad Media, eso mismo estaba mal visto e incluso perseguido. Las variaciones no han dependido solo de la época o el siglo, sino también del lugar geográfico, de la religión, de la edad y otros muchos factores, y se ha reflejado en obras de arte, libros y un largo etcétera. Y no es de extrañar puesto que la visión de la sexualidad humana es un signo de distinción de muchas culturas, incluyendo la sociedad a la que pertenecemos. Sin embargo, en los últimos siglos disponemos del método científico para estudiar todo lo relacionado con el tema y, más concretamente en el actual y en el último, tenemos también la tecnología necesaria y amplios conocimientos sobre el tema.

Hoy en día, por ejemplo, a pesar de que ciertas creencias religiosas insistan en lo contrario, hay consenso científico que afirma que ninguna orientación sexual puede ser catalogada como enfermedad, como la homosexualidad, la bisexualidad o la pansexualidad. También se ha establecido la diferencia entre desviación sexual y patología sexual. Se ha estudiado también que los factores ambientales son mucho más determinantes en la sexualidad que la biología o la genética en el caso de los humanos. La lista es muy larga, desde luego. Pero, como en todo, hay asuntos que aún se están debatiendo y que incluso trasciende la creencia social mayoritaria. Una de ellas es el mismo concepto de sexo y género. La pregunta que martillea a varios estudiosos y expertos es tan simple como enigmática: ¿qué criterios se pueden seguir para diferenciar al hombre de la mujer? Parece muy sencillo, ¿verdad? Pues todavía no hay consenso claro sobre ello. Voy a intentar ilustrar de alguna manera el por qué. Tradicionalmente, existen tres criterios para diferenciar entre ambos sexos: el criterio biológico, el cromosómico y el cultural.

El criterio biológico es el más sencillo y representativo de todos, puesto que no requiere grandes conocimientos. Parece obvio que existe un dimorfismo sexual en todas o casi todas las especies de seres vivos, es decir, en una misma especie, ambos sexos son distintos en su composición, tanto en apariencia como a nivel interno. Lo más fácil es acudir a los órganos reproductivos, tanto externos como internos: el hombre tiene pene, testículos, próstata… mientras que la mujer tiene vulva, vagina, útero, mamas… También vimos que existían diferencias cerebrales y hormonales. Y la lista es mayor.

Sin embargo, pese a que para la inmensa mayoría este criterio es suficiente, no parece ser determinante, puesto que existe un porcentaje de personas que no encajan aquí, que son las que se ubican dentro de lo que la ciencia ha denominado intersexualidad. Se trata de personas que poseen, por ejemplo, vagina y pene desde el nacimiento. O por ejemplo, tener una abertura vaginal, la cual puede estar parcialmente fusionada, un órgano como el pene o el clítoris más o menos desarrollado y ovarios o testículos, los cuales suelen ser internos. Pueden poseer mamas o no. Un cuerpo más curvo o menos. Niveles hormonales variables. Luego tenemos a las personas que se operan, los transexuales, por confusiones de identidad sexual, generalmente creadas por presiones sociales.

Imagen enviada en la sonda Paioner, donde se plasman los prototipos de hombre y mujer imperantes en la sociedad occidental moderna.

¿Qué hacemos con todo ese grupo de gente? Tradicionalmente, se les categoriza en la sociedad como de un sexo o de otro en función de a lo que más se le parezca, pero esto es científicamente impreciso, es decir, no nos sirve para establecer criterios objetivos. Así, el criterio biológico no nos sirve.

Pasamos pues al criterio cromosómico, que es bien conocido por muchos. Los cromosomas son cada uno de los pequeños cuerpos en forma de bastoncillos en que se organiza la cromatina en el núcleo de las células durante el proceso de división celular, como sucede durante la reproducción sexual. La cromatina es, a su vez, ADN, con otros elementos como proteínas. Por último, el ADN es el elemento que contiene las instrucciones genéticas que marcarán nuestro desarrollo y el de otros seres vivos. Los cromosomas se organizan por parejas formando un total de 23 pares. El último par es el que va a determinar el sexo. Así, dos cromosomas X se corresponde con la hembra mientras que un cromosoma X y un cromosoma Y se corresponde con el macho. Cromosómicamente hablando, claro. Durante mucho tiempo, se ha considerado el criterio más evidente. Podríamos decir que no importa qué apariencia tengas, pues si eres XX serás mujer y si eres XY serás hombre, y fin de la discusión.

Pues no. También presenta problemas. Existe un número de personas cuyos cromosomas no se limitan a lo dicho anteriormente. Por ejemplo, existe gente con XXX, denominado trisomía X. También hay XYY. También XXY, conocido como Síndrome de Klinefelter. O tan solo X, como en el Síndrome de Turner. Y más. Lo que se ha hecho es, en función del criterio biológico que surge de estos casos, catalogarlo en un sexo o en otro, pero incluso así, puede haber problemas genéticos en la determinación de los carácteres asociados a ambos sexos. Por lo tanto, aunque el criterio cromosómico es bastante exacto, no es infalible. Existe una película llamada XXY en el que se trata precisamente uno de estos casos y que os la recomiendo para acercaros más a la complejidad del concepto de intersexualidad.

Queda el último criterio, el cultural. Varios estudiosos se plantearon que ya que los criterios biológicos y genéticos no nos sirven del todo para determinar el sexo, y sabiendo que en nuestra especie los conceptos de sexo, género, identidad y orientación sexual están mucho más determinados por el ambiente (cultura, sociedad, educación…), quizá hombre y mujer, al menos en el ser humano, son constructos creados socialmente a los que se les asocia un determinado rol o comportamiento social, y que está relacionado con lo que es masculino o femenino. Es decir, un hombre o una mujer es lo que una determinada sociedad o cultura considere que es según este criterio.
Parece obvio que esto plantea muchos otros problemas, puesto que no hay consenso social suficiente para determinar qué es hombre y qué es mujer. Cada cultura, cada sociedad, cada área geográfica… tiene un concepto distinto. Por ejemplo, llevar falda puede parecernos femenino, pero en algunas culturas, como la escocesa, no lo es. Incluso dentro de una misma sociedad, hay amplias discrepancias en función de muchos factores, como mencionaba al principio del artículo.

Se observa que los tres criterios, aunque tienen un grado de exactitud alto muchas veces, fallan en un porcentaje importante, que aumenta cuando comprobamos que en algunos casos hay discrepancias entre los tres. Personas que son XY, pero con apariencia y órganos de mujer, pero que se considera hombre y es masculino, pero le atraen los hombres… La variabilidad puede tener un amplio abanico de posibilidades. Es en este punto donde otros expertos comienzan a considerar otras posibilidades más abstractas. Por ejemplo, ¿de verdad hay solo dos sexos? Puede que la afirmación de que para reproducirse es necesario un hombre y una mujer comience a ser difusa, teniendo en cuenta además que existen otras formas de reproducción. Se necesita un espermatozoide y un óvulo pero, ¿realmente es el sexo importante? Y aunque lo fuera, ¿excluye eso la existencia de otros sexos?¿Hay un ‘tercer sexo’?

Sobre la existencia de un tercer sexo además de los dos de siempre, las opiniones son muy variadas. Respecto al concepto en sí, algunos lo entienden como algo más cerrado, para clasificar a toda persona que no parece encajar en lo que se entiende por hombre o mujer, y otros lo consideran más abierto, incluyendo un cuarto, quinto o más sexos. Es decir, hasta esta opción no es infalible y acarrea muchos debates.

Hay también quien dice que quizá ninguno de los dos tengan razón y, quizá, tratar de categorizar el sexo es una quimera. Algunos consideran que puede ser que el sexo sea un continuum en el que la gente se ubica en función de los criterios anteriores, es decir, tendríamos una línea contínua en el que en un extremo estaría el hombre y en el otro la mujer, y las personas nos ubicaríamos en esa línea en función de varios factores. Así, no habría dos sexos, sino infinitas formas de entender el sexo, una para cada persona, y de ahí que exista tanta dificultad para tanta gente de ubicarse en un sitio o en otro y por eso hay tantos problemas de identidad y orientación sexual en nuestra sociedad, y probablemente, cosas que tenemos aceptadas socialmente como que existan baños o peluquerías para diferentes sexos, roles sociales marcados, nombres distintos para chicos y chicas, que aparezca nuestro sexo en el DNI o distintas normas sociales en función del género, estén contribuyendo a ese tipo de confusiones. Respecto a esto, muchos estudios aseguran que un alto porcentaje de la población es bisexual en algún grado, es decir, que no hay tanta gente puramente heterosexual como socialmente se cree, al igual que los problemas de identidad son mucho más numerosos que lo que parece a simple vista. El problema es que el sexo sigue siendo aún, incluso en Occidente, un tema tabú sometido a muchos prejuicios, e investigar sobre ello es complicado.

¿Es correcto clasificar así el sexo?

Sin embargo, el debate sigue abierto, tanto en la sociedad como en los entendidos en el tema, puesto que no hay estudios que sean concluyentes, aunque lo poco que hay es muy interesante. Desde luego, pensar en esta última posibilidad requiere librarse de muchos prejuicios y enseñanzas que forman la base de nuestra sociedad y, para muchos, resulta incluso inquietante.

El futuro dirá…